cabria.

Bueno, el año pasado, o puede que el anterior, construyeron una playa dando un buen bocado al monte, pero lo que en principio quedó como un terraplén huérfano de silvas y de robles, ahora está cubierto ya al completo por los eneldos marinos florecidos de amarillo.

En esta playa se ve poca gente, quizás porque a los marineros les gusta la tierra, pero no la arena.

O tal vez es que hicieron la playa para colocar unos palos que se ven de lejos, una suerte de travesaños de madera que les sirven para colgar las redes y repararlas, y que llaman cabrias. Toda la ría está llena de pedazos de estas redes azules y verdes que van quedando perdidas y donde las sepias amarran sus puestas como si de una rama de laurel dentro de la nasa se tratara.

Todo Redes está bañado en la tarde por el contraluz del sol en el mar que también es azul y es verde por la cantidad de plancton que tiene aquí el agua y por el reflejo de los robles que mojan las ramas con las salpicaduras de las olas mientras dan sombra a esas lapas que pacen y raen las algas de las rocas por la noche.

Aquí los chipirones se arraciman en el rielar de la luz de la luna, que es el foco para pescar calamares que todavía nadie ha prohibido a los marineros.