Hace tanto sol que el edificio de enfrente parece la…
Darwin
Hace algún tiempo me regalaron unos amigos el retrato de Darwin.
Es una fotografía a tamaño natural en blanco y negro en la que se ve a Darwin ya muy mayor, con su barba blanca, apoyado el cuerpo y el peso de su vida contra una columna por la que trepa una hiedra. Parece una foto de estudio. Un retrato tan grande que allí donde quiera que lo ponga me mira con tristeza a los ojos, directamente, igual que mira a los ojos el cuadro de mi bisabuela.
Encontrado un lugar en la galería, el segundo problema ha sido la cara de los que vienen y observan de reojo a Darwin sin atreverse a preguntar quién es ese señor, si Marx o mi tatarabuelo, pues a Darwin se le asocia antes con la cara de un chimpancé que con su propia fotografía.
También está unida a Darwin la idea de que realizó numerosos cruceros cuando tan sólo hizo el del Beagle y llegó tan mareado que ya no volvió a embarcarse y, desde su ajardinado hogar de Kent, dedujo cómo era el resto del mundo y de la vida, con experimentos tan curiosos como el de cultivar el barro que llevan volando en sus patas los pájaros. Menos conocida aún es la influencia que ejerció sobre Darwin la obra del ingeniero militar y naturalista español Félix de Azara, al que cita en “El origen de las especies”.
Su teoría, es un poco como el Quijote, que todos dicen que la han leído y al menos saben que va de la selección natural y la evolución. De esta última asignatura, me ha quedado el recuerdo de un cladograma lleno de interrogaciones que trataba de unir unas especies con otras dando por hecho que el tronco es común. Y, sin embargo, de mi paso por la vida, me llevo la impresión de que no hay un solo árbol genealógico, sino un bosque genealógico de especies que han evolucionado a partir de organismos primitivos distintos que cayeron a la vez sobre la Tierra.
Todavía hoy la gente anda entretenida, no con estas cosas apasionantes, sino con el lugar que Dios ocupa en todo esto. Yo sólo se que todos somos unos pobres hombres, hasta los hombres más sabios. Miro al pobre Darwin y noto en sus ojos la pesadumbre de todo lo que sabía, y su pesar por todo lo que ignoraba.