Mi amigo Joaquín ha sugerido un término de esos que…
Del amarillo al púrpura
La flor, como el rabo cortado de una lagartija, sigue en su jarrón buscando al sol por las cuatro paredes de la casa, y exhala aromas que se estrellan contra la puerta cerrada de salida.
La flor blanca del castaño de Indias, que ni es castaño ni es de las Indias ni es una sola flor sino una inflorescencia, un racimo, una pirámide de flores blancas, tiene en el centro de los pétalos una pincelada que al principio es amarilla, y después se torna púrpura. El botánico Bruno P. Kremer sostiene que el color amarillo indica a las abejas que la flor aún tiene néctar y, el púrpura, que ya no le queda nada, que está agotada, lo que redunda en la idea de que la flor más hermosa es la que ha perdido la belleza porque es ahí cuando se ve que no estaba hecha la flor de plástico. Estas variaciones de color pueden interpretarse como un mecanismo de eficiencia entre el insecto y las flores ante la brevedad del tiempo, pero de esto no hay una confirmación cercana ya que no suelen investigarse los asuntos que lindan con la poesía aunque esté hoy más cerca de acertar el poeta con un verso que el científico con cien folios cuando se les pregunta a los dos qué es la vida.
Si hay algo que una flor no puede permitirse es perder el tiempo. En el jarrón o en el parque de la ciudad, hace señales de auxilio con su belleza.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 15-4-2002
Aceytuno.com