Al abrir la puerta ha entrado el sol de febrero.…
El azul Chardin
No sé muy bien en qué consiste este lunes azul, #BlueMonday, del que hoy se habla, pero sí que el azul es de los colores que más me llama la atención en la Naturaleza, como en el pecho de este pájaro, confundiéndose, cuando vuela, con el cielo.
“¿Pero quién os ha dicho que se pinta con los colores? – ¿Con qué entonces?-, replicó el otro muy sorprendido.- Uno se sirve de los colores-respondió Chardin-, pero se pinta con el sentimiento.”
(Charles-Nicolás Chochin, Essai sur la vie de M.Chardin, 1780)
*****
Se ve por vez primera el azul Chardin en una caja abierta.
Luego, leyendo el letrero que hay junto al cuadro, te enteras de que esa caja de madera es una tabaquera en la que el azul del raso atrapa la mirada, como si todo lo demás no tuviera importancia. En realidad, es así como me parece que son los cuadros de Chardin, un buscar aquello por lo que la mirada ha sido llamada, como diciendo, “eh, que estoy aquí”, ya sea por un color, por un detalle, por una actitud que necesita no pasar, no irse arrastrada por la falta de tiempo que dice la gente que tiene, y que no es más que falta de vida, de observación de la vida mientras pasa.
Cuando llegas al final, que a lo mejor es el principio, porque no estoy segura de si recorrí en el sentido adecuado la exposición del Museo del Prado, Chardin nos habla del color a través de su autorretrato, en el que los ojos se te vuelven a ir al azul de la cinta del pañuelo en la cabeza, y a la inocente expresión, como de niño eterno, de su mirada tras los antiparras, esos anteojos. Y junto a su autorretrato, el texto en el que se nos cuenta cómo un petulante pintor hablaba de los colores y la manera de obtenerlos, hasta que Chardin le espetó: “¿Pero quién os ha dicho que se pinta con los colores? – ¿Con qué entonces?-, replicó el otro muy sorprendido.- Uno se sirve de los colores-respondió Chardin-, pero se pinta con el sentimiento.” (Charles-Nicolás Chochin, Essai sur la vie de M.Chardin, 1780)
Y el sentimiento, ¿por qué ha de necesitar cuadros grandes? Parrafadas eternas si a lo mejor no es más que una palabra o un color, como el azul de Chardin. De ahí que sus cuadros, en contraste con los de la época, sean incluso llamativamente pequeños, y en todos hay un algo que no viene a cuento, una naranja amarga, un cuchillo, unos ajos, que parecen caerse del cuadro, como para buscar en el contraste lo que siempre nos falta, esa magia en la que no se entiende nada, que es lo que dijo, de Chardin, Diderot: “No se entiende nada en esta magia”.
Los vasos de agua, he de decirlo, me recordaron en su magnífica sencillez, a los de Antonio López, que es alguien que también al pintar me parece que busca la esencia de las cosas. Y por el ensimismamiento de sus escenas, a Edward Hopper, que vino mucho después de Chardin para intentar también atrapar el despojamiento de las cosas hasta llegar a la verdad de una habitación vacía, llena de luz. Pero en ningún otro pintor, y no creo que lo haya, está ese azul que habría ya que bautizar como el azul Chardin.
Le hubiera encantado a este pintor francés, salir de la exposición, como yo en Madrid, en un día opaco, frío y gris, en el que una forsitia, junto a la estatua de Goya, lo alumbraba todo, diciendo: “Miradme, estoy aquí florecida.”
Mónica Fernández-Aceytuno
republica.com, 21-3-2011