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El otoño del ginkgo
Como las hojas de un calendario se van deshojando los árboles. Algunas, duran más tiempo, como las hojas en abanico del Ginkgo que parecen una bandada de mariposas limoneras. En la plaza de la Lealtad de Madrid, hay uno que me gusta ir a ver cada año.
Al verlo, escribí esto:
La calle era un baile de hojas que acababan flotando en los charcos, alfombrando la acera, volando entre los edificios, perdidas sin su rama y sin su árbol. Pero el ginkgo de la plaza de la Lealtad, frente al palacio de la Bolsa de Madrid, ni se inmutaba, con todo el oro cayendo de sus hojas en abanico. La manera en la que se ramifica el ginkgo recuerda a la caligrafía japonesa, un “kanji” con el pensamiento de un filósofo chino: “Un cuadrado infinitamente grande no tiene cuatro esquinas” (Laozi). Lo que yo daría por ver los rodales de ginkgos en Szechuan, descendientes de los que convivieron con los dinosaurios.
Y añadí anoche en Twitter:
El Ginkgo biloba es una gimnosperma del Jurásico, de cuando no había gente pero sí otoño. La belleza para nadie. pic.twitter.com/zKnNcYLEow
— Mónica F.-Aceytuno (@aceytuno) noviembre 23, 2014
Hoy hace un día con una luz estupenda para acercarme de nuevo a fotografiarlo, y comprobar que aunque parezcan iguales, cada otoño es distinto.
¿Y vosotros? ¿Tenéis ya alguna foto de este otoño?
Buenos días,
Mónica
Hojas del Ginkgo biloba por el suelo / Aceytuno[