Brilla como un sol el agua sobre la mesa. Se…
En la Naturaleza
Aquí estoy, con mi perra en la huerta, intentando un año más que salgan los tomates. Atardece. Muge una vaca como la sirena de un buque. A mi espalda, sin miedo, sabiendo que escribir es una tarea inofensiva que nos ata las manos y el pensamiento y hasta el vivir, vuela una carriza parda, alzada la cola, tan pequeña que no se pincha entre las zarzamoras cuyas flores picotea. Impaciente como yo, no quiere esperar al fruto. Por el oeste, se acerca una nube que trae la lluvia. Reconozco este olor del agua en el aire desde que nací en el desierto. Petricor le llaman. Es el olor de la tierra antes de que caiga el agua. Y yo la huelo en estos momentos. Mi perra se ha sentado conmigo a esperarla. Los pájaros cantan más como si también la presintieran y quisieran decirlo todo antes de que el agua les calle. Desde aquí diviso, en las ramas altas del ciruelo japonés, a los mirlos picoteando las ciruelas del mismo amarillo que su anillo orbicular alrededor de unos ojos tan oscuros como su plumaje. En el mirlo, el color es su canto. Es la última ave del día que oigo silbar antes de caer la noche, esa nube del Sol.
Buenas noches.
Mónica F.-A.
Oza de los Ríos
Verano de 2017
Cuenta JRJ cómo Francisco Giner de los Ríos, en sus últimos días, le dijo con lágrimas en los ojos, tras leer el capítulo sobre la muerte de Platero, que así debería escribir siempre. Y ese pensamiento tengo yo también, sin la autoridad del andaluz de fuego, claro, al leer esta bella pieza lírica.
Un abrazo desde orillas del Mediterráneo.
VJH
A vuelapluma.
Muchas gracias Víctor.
Un fuerte abrazo,
Mónica