Se dice del burro, el asno y la mula: dar…
esturnino.
m. Estornino (Sturnus spsp.) en Lugo. Pájaro de tamaño mediano con la cola y patas cortas y pico fuerte, de conducta marcadamente gregaria en algunas especies, pudiendo realizar en bandadas movimientos diarios de importancia entre sus comederos y el lugar de reposo o dormidero, habiéndose constatado en el caso del estornino pinto desplazamientos de hasta 80 kilómetros en un día. Son, en general, antropófilos y no resulta raro verlos en pequeñas bandadas perseguir a los tractores como las gaviotas los barcos, o concentrarse al atardecer en los árboles más altos del campo para, desde allí, y en bandos pequeños, dirigirse a la ciudad, uniéndose unos a otros en cielo, llegando a formar verdaderas nubes de pájaros que recuerdan por su sincronía a los cardúmenes de peces, volando al unísono, hasta alcanzar su lugar de descanso donde se ha calculado que pueden llegar a concentrarse un millón de estorninos. Es entonces cuando resultan más vocingleros, al ser el estornino un pájaro imitador que repite lo que ha oído, y que parecen contarse unos a otros cuando se reúnen a esperar, bajo la luz de las farolas, la llegada de la noche. Son omnívoros y se alimentan tanto de cereales como de frutas, así como de insectos, aprovechando la abundancia de recursos que en un momento determinado les puedan proporcionar las granjas, por la abundancia de pienso, aunque también resulta frecuente verlos picotear por la hierba buscando invertebrados en la tierra introduciendo el pico a modo de compás en un comportamiento que fue estudiado por Konrad Lorenz. Se aplican los vernáculos de estornino, estornell, estorniño, esturnino, estornido, tornielo y tornillo, además de toñino, para Sturnus vulgaris, y tordo y solitario, además de tordo serrano, tordo pintado, tordo pinto, juanillo y tordo campanero para Sturnus unicolor. Vernáculos, todos ellos, recolectados por Bernis.
Ayer entraron por el norte de la península las nubes oscuras de Estornino Pinto – Sturnus vulgaris- que se acercarán durante el ocaso hacia sus perchas de invierno en las ciudades, según informa la Sociedad Española de Ornitología. El estornino incorpora a su canto para el resto de su vida lo que escucha, lo que oye con atención, antes de echarse a volar desde el nido. Carlos de Hita, experto en sonidos de la Naturaleza, ha grabado a un estornino que cantaba como un gallo por la mañana, como un mirlo cuando se enamora, como un gorrión en la calle, como una cigüeña crotoreando en el campanario. Todo seguido, en una estrofa de 15 segundos. Es cierto que las alondras imitan el silbido del pastor a sus perros, que el arrendajo -el cuervo con azul en las plumas- repite del susto el chasquido de un disparo de escopeta; pero sólo el estornino es capaz de llevar el trino sostenido de la alondra a la ciudad, el canto de la oropéndola al invierno. Y esta tarde avanzarán en nubes hacia ciudades como Madrid, o Huesca, para dormir a miles en un solo árbol, cada estornino con sus propios recuerdos sonoros del nido. Juntos son sólo ruido, aunque lleguen envueltos en plumas irisadas de verde. Juntos serían también ruido, aunque le copiaran al cielo el canto de los ángeles.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, Viernes 10-10-1997
Siempre les gustaron los chopos de la ribera. Eran perfectos hasta que descubrieron las palmeras, plátanos y álamos plantados por y para el hombre, en el reino del hombre: la ciudad. Allí los halcones prefieren las palomas y los árboles poseen el resguardo de los dormideros donde sueñan los humanos. Grandes árboles al calor del tráfico, donde descansan juntos y protegidos. Acaba de ocultarse el Sol por el parque del Oeste en Madrid y los estorninos dan por concluida su jornada en el cinturón verde de la ciudad. Sobrevuelan la carretera de La Coruña como pequeñas nubes en movimiento que se unen hasta formar una gran sombra sobre la plaza de la Basílica, entre General Perón y Orense. Los empleados de las oficinas y clientes del bar Pedralbes aguardan el espectáculo. Miles de vidas llenarán la plaza en un par de segundos. Caen sobre los plátanos y, por un momento, no se escucha otro sonido que el de la catarata de estorninos abandonando el cielo. Mientras, en Huesca, Valencia y Cartagena se repite la misma escena. Allí les esperan petardos, fuegos artificiales y ultrasonidos con los que el hombre marca su territorio. Su tozudez contra la nuestra. Somos más listos pero ellos son, después del pollo doméstico, el ave más común del planeta que sólo parece obedecer a una llamada: la de alerta de un estornino de la bandada, grabada y emitida por altavoces, cuando se pone el Sol por el Oeste.
Mónica Fernández-Aceytuno
Cambio 16, noviembre 1994