m. Unión de los dedos que puede ser únicamente en…
haya.
m. Fagus sylvatica. Árbol que puede alcanzar 30 o 40 metros de altura cuyo tronco, de corteza grisácea y lisa, al principio verdosa, crece muy derecho y cuyas ramas se extienden en horizontal como brazos con unas hojas alternas y ovaladas que salen todas a la vez de una manera muy tardía, bien entrada la primavera, y que a su vez tardan en otoño más en caer, al ser marcescentes. Sus frutos, muy característicos al presentar tres aristas muy marcadas, se denominan hayucos y constituyen una fuente de alimento para mamíferos de muy diferentes tamaños como el lirón, o el oso pardo, hasta el punto que la fecundidad de las hembras del oso pardo puede depender en ocasiones de la abundancia de hayucos. Con estos hayucos se elaboraba aceite para las lámparas, y con la madera del haya, todo tipo de utensilios, además de emplearse para piezas de carrocería, construcción naval y aeronáutica por su resistencia a los choques. Para la reproducción precisa el haya estar en ambientes umbríos y húmedos, con un dosel vegetal protector que se dan unos ejemplares a otros, siendo el hayedo o bosque donde el haya es la especie dominante, uno de los bosques más hermosos, no sólo por sus colores ocres en otoño, verdes en primavera y violáceos en invierno, sino por remitir el hayedo al bosque de los cuentos.
El hayedo desnudo es morado de yemas y de ramas nuevas. Agustín Santori, jefe de conservación del Parque Nacional de los Picos de Europa, dice que ayer el hayedo estaba violáceo, bajo las nubes, sin hojas.Este año el otoño del haya ha sido muy largo, muy lento. Las hojas doradas parecían no querer caerse –el frío ha llegado tarde- y han aguantado un mes entero sujetas a las ramas hasta que la lluvia y el viento de los últimos días las han forzado. Otros años el otoño duró en el haya sólo una semana.Hay una capa en la base del peciolo de la hoja que se llama “capa de abscisión” donde, por la influencia del frío y las noches largas, se disgrega el “cemento” que une las células y las hojas se separan de la rama. Ya en el suelo, no todas las hojas se descomponen igual.Por ejemplo: las hojas del plátano de paseo, al tener lignina en sus paredes, tardan más en deshacerse y las hojas de las acacias, con la lluvia, se reblandecen antes, según José Alberto Pardos, catedrático de Fisiología Vegetal. Al haya –Fagus silvatica- se le llama “la nodriza del bosque” porque sus hojas vuelven como nutriente al árbol.Pero este año la despedida ha sido tan lenta que cualquiera diría que las hojas del haya no creían en los minerales, ni en la lluvia, ni en la vida, ni en la tierra.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, octubre, 1999
Nombres vernáculos del táxon Fagus sylvatica
Castellano: fago, faya, haya.
Catalán: faig, faix.
Euskera: fagoa, pago arrunta, pagoa.
Gallego: faia.
Castroviejo, S. (coord. gen.). 1986-2012. Flora iberica 1-8, 10-15, 17-18, 21. Real Jardín Botánico, CSIC, Madrid.
Sobre los troncos de las hayas de las campas de Legaire, justo donde muere el bosque y comienzan las praderas, se ven, a la altura de los ojos de un hombre, unos agujeros pequeños y elípticos, de ocho milímetros de largo, que recuerdan al ojal del botón de un puño. Por estos orificios, aparecerá hoy, si el tiempo lo permite, ya que ayer hizo mucho frío y llovió en el bosque, la Rosalia alpina. Desde Álava, Iñaki Gonzalo Fidel, entomólogo, cree incluso que, si cambia el tiempo, no será difícil asistir hoy al momento de la eclosión, y al vuelo de los machos y de las hembras buscándose al sol por los troncos. La Rosalia alpina, es el escarabajo más hermoso de Europa por su forma alargada y por los colores azul celeste y azul oscuro de sus élitros y de sus antenas, más largas que el cuerpo en los machos. Prefiere las hayas muertas por el rayo que las muertas por el hacha; las que están en pie sin vida, sus larvas comen sólo madera muerta, antes que las tumbadas en el suelo. Y, antes que otro árbol, eligen para vivir siempre al haya, cuya corteza gris, condecorada con líquenes negros, tiene casi sus mismos colores. Esa rosalía que en nuestras manos parece un mar o una porción del cielo, sobre el tronco del haya muerta por el rayo, parece la nada.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 12-6-2000
Aceytuno.com