Buenos días. A los arrendajos como el de la fotografía de Luis Ojembarrena, suelo verles cuando está lloviendo, o cuando está a punto de hacerlo.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
“Sobre unas rocas en la orilla del agua, varios escorpiones acuáticos permanecen inmóviles. Son insectos muy curiosos, en la parte trasera de su cuerpo aparece un tubo con el que pueden respirar mientras se encuentran sumergidos, al acecho de sus presas.”
Crónica del 22 de julio de 2009 de Juan Carlos Delgado Expósito
EL ESCORPIÓN ACUÁTICO
22 de Julio. Por la tarde
Paseo yo por la orilla del embalse de Brovales, (Jerez de los Caballeros), el viento de poniente sopla con fuerza, hasta el punto de formar pequeñas olas que incluso sacan a la orilla algún pececillo, que queda fuera del agua sin vida y secándose ya al sol. Dos gaviotas reidoras juegan con el viento a pocos metros de la superficie del agua, algunos pescadores, a pesar del viento tienen sus cañas echadas al agua. Un grupo de jóvenes con sus coches en la misma orilla “disfrutan” en plena naturaleza con la música de sus autos a todo volumen.
En las rocas de la orilla los excrementos de nutria, unos secos y otros muy recientes, me dicen que se alimentan aquí de peces, pero sobre todo de cangrejos americanos. Unos metros más adelante, donde ya no hay presencia humana, las huellas de estos mamíferos se muestran muy recientes. Dos cigüeñas blancas picotean en la orilla contraria, cerca de ellas una garza real levanta vuelo de inmediato al percatarse de mi presencia, las cigüeñas continúan sin inmutarse.
Sobre unas rocas en la orilla del agua, varios escorpiones acuáticos permanecen inmóviles. Son insectos muy curiosos, en la parte trasera de su cuerpo aparece un tubo con el que pueden respirar mientras se encuentran sumergidos, al acecho de sus presas. Este respiradero y las patas a modo de pinzas plegables, le dan la apariencia de un escorpión de tierra, pero el apéndice respiratorio en su zona trasera es inofensivo, al contrario del que posee el escorpión de tierra, que si lo es. Algunos autores creen que si puede ser dolorosa la picadura de sus miembros delanteros, pero como ven en la fotografía, en mi mano se muestra muy tranquilo y nunca he tenido problemas con esta especie. Se alimentan de otros insectos, de renacuajos e incluso de algunos incautos pececillos.
Mientras el ser humano se rompía la sesera para ver como respirar bajo el agua, este diminuto ser ya lo hacía, que cosas.
El vuelo rasante de un Archibebe común llama ahora mi atención, se posa algo más lejos y allí comienza a picotear en el fango. Varios chorlitejos chicos pasan igualmente ruidosos, emitiendo sus reclamos y se posan a lo lejos. Una lavandera blanca se muestra algo más confiada y corretea delante de mí con sus graciosos movimientos.
El sol baja lentamente, algunos de los visitantes humanos se van marchando poco a poco, pero yo decido esperar un poco más, para sentir aun el viento en mi cara, el perfume del agua en mi nariz y la soledad del lugar, solo para mi.
Juan Carlos Delgado Expósito