Al final la fotogenia no va a ser la del petirrojo, sino la de la higuera.
Había salido el sol, casi no hacía viento, estaba en una inmensa llanura de
La Calandria 19 Enero 2010
Había salido el sol, casi no hacía viento, estaba en una inmensa llanura de
tierra de secano, donde casi no existían árboles, me senté en una linde de
tierra seca, solo y en silencio. De pronto oí un sonido casi musical, como
un trino que nace fuerte, se va debilitando y por último se apaga
lentamente. Miré a un lado y a otro pero no vi nada.
Al rato volví a oír el mismo trino, parecía que venía del cielo. Miré pero
seguía sin ver nada. Recordé que alguien me había dicho, -“Por ahí oirás
cantar una Calandria, pero quizá no la veas”- .
La naturaleza, una vez más me ofreció sus encantos. Era un ave misteriosa
que endulza el aire con su música y no quiere estar en el escenario para
recibir aplausos. He conocido personas que pagaban fortunas por tenerla
cerca y deleitarse con su canto. ¡Qué pena!, ya casi no se ven ni se oyen.
¡Qué pena!, dicen que siempre se van los que más valen.
Me emociono al recordar aquel momento, aquel pájaro. Aquel que lo oye cantar
como si fuese una soprano en una gran noche del estreno, guarda en la
memoria ese eco que se va difuminando lánguidamente más allá del horizonte,
en una mañana serena, luminosa y hermosa. Me satisfacen estos recuerdos
porque son de mi tierra, de la naturaleza y de mi juventud.
Espero que algún día tenga la oportunidad de tener las sensaciones tan
profundas que ofrece el canto de un ave que sólo oí lejanamente entre
bastidores, entre los bastidores altísimos e iluminados de los cielos.
Quizá con el paso de los años se magnifiquen esos gratos momentos. ¡Qué le
vamos a hacer!, más vale así ¿no? ¡Qué maravilla!
Un cordial saludo,
Jerónimo