Parece que la aceituna tiene este año, en términos medios, un tamaño superior al habitual.
La tarde del domingo se presenta primaveral: lluvia, sol, nubes y temperatura agradable. El viento sopla ligeramente del Suroeste. Son las cuatro treinta y se abren unos claros después del chaparrón de agua que ha caído.
Pero entre tanto destrozo aparente, adornan las orillas de este arroyo turbulento, las amarillas flores de la Celidonía, con esas llamativas flores y esas hojas de un verde tan profundo. Ahí la ven en la fotografía, iluminadas por el sol de la tarde.
Juan Carlos Delgado Expósito
LA CELIDONIA
La tarde del domingo se presenta primaveral: lluvia, sol, nubes y temperatura agradable. El viento sopla ligeramente del Suroeste. Son las cuatro treinta y se abren unos claros después del chaparrón de agua que ha caído. Me muevo por la orilla del arroyo Pedruégano, en tierras de Bodonal de la Sierra y Fregenal de la Sierra.
Aquí en estas orillas después de las abundantes lluvias que este invierno están regando y encharcando estas tierras, se puede observar como la fuerza del agua ha vencido la verticalidad de las plantas que se encuentran en el lecho y las orillas del arroyo, ahora más bien río. Los tamujos, esas plantas mediterráneas con púas afiladas, yacen a ras de suelo vencidas por la fuerza del agua, igualmente le ocurre a las adelfas, las zarzas y otras plantas. En algunos tramos el agua ha arrastrado, palos, troncos y todo tipo de desechos, y ahora se muestran inmóviles y sirven como señal para saber hasta dónde ha llegado el agua en momentos de máxima corriente.
Pero entre tanto destrozo aparente, adornan las orillas de este arroyo turbulento, las amarillas flores de la Celidonía, con esas llamativas flores y esas hojas de un verde tan profundo. Ahí la ven en la fotografía, iluminadas por el sol de la tarde.
El espino albar comienza a mostrar sus brotes, algunos ejemplares incluso, aun conservan los frutos rojizos del otoño, aunque la mayoría ya los perdieron. Son las dieciséis y cuarenta minutos y hacia el Sureste observo las dos primeras águilas culebreras de la temporada; estas rapaces recién llegadas de tierras africanas, están planeando y cerniéndose por la zona, que es muy rica en reptiles, aunque ahora por lo encharcado del terreno pocas culebras y lagartos pueden encontrar, pero ellas están ahí buscando incesantemente algo que llevarse al pico para reponer fuerzas después del largo viaje migratorio que les ha traído de vuelta a Extremadura.
Un milano real planea también cerca, pero a menor altura; no faltan las golondrinas dáuricas que están revoloteando cerca de las grandes rocas donde construirán sus nidos de barro adosados a los salientes y techumbres naturales.
Ahora las nubes comienzan a oscurecer la tarde, las vacas que pastan en las dehesas cercanas, muestran sus traseros hacia el Oeste, señal inequívoca de que se acerca otro chaparrón, y efectivamente llego al coche con el tiempo justo para no mojarme. La lluvia hace acto de presencia. Como ven en la naturaleza si se saben interpretar las señales, no hace falta ningún satélite para saber que la lluvia está cerca.
Juan Carlos Delgado Expósito