CON LOS DEDOS LLENOS DE MIEL
por José Manuel Guerra Sanz
-Toma, coge este trozo para ti.-me decía Miguel al mismo tiempo que me alargaba un trozo de panal que me parecía enorme, y que goteaba miel, sobre el que volaban unas cuantas abejas, con no muy buenas intenciones pensaba yo. No sabiendo qué hacer con el trozo de panal, terminé por pedirle a Miguel una bolsa de plástico, y me excusé diciendo que me lo quería llevar a casa. Miguel por su parte, estaba chupando con cara de entusiasmo otro trozo más pequeño de panal, que acababa de sacar de la colmena. Miguel y yo estábamos en un invernadero el que se estaba cultivando sandías, y estaban en esos días en flor, por lo que pensamos que podía ser un momento idóneo para hacer la experiencia de la feromona de las larvas de abejas. La verdad es que había sido aparentemente un éxito, porque la colmena que habíamos puesto con feromona aparecía completamente rebosando de miel, mientras que la otra colmena sin la feromona tenía una cantidad apreciable, pero no tanta como la que había en la colmena con tratamiento de feromona.
Esto empezó unos años antes cuando leí casi por casualidad que una investigadora de una universidad americana utilizaba una mezcla de metil y etil derivados de ácidos grasos de cadena larga para aumentar la frecuencia del pecoreo de las abejas de una colmena, y así conseguía aumentar las reservas de miel y polen de la colmena por lo que les permitía a las colmenas aguantar más tiempo sin tener que utilizar alimento artificial, en las temporadas especialmente difíciles como el final del verano y principios de invierno.
Continué leyendo el trabajo de investigación y, entre otras referencias, remitía a unos trabajos hechos en un país europeo sobre la composición de las glándulas salivares de las larvas de las abejas. Bueno, las larvas de las abejas se llaman así porque son una especie de gusanitos, al menos tienen esa forma, que cuando siguen creciendo y cambiando de forma (lo que se llama metamorfosis), da lugar a las abejas pequeñas. Curiosamente, el trabajo hecho en el país europeo había comparado la composición de las las glándulas salivares de las larvas de abejas hembras (es decir, lo que se llaman obreras y reinas), con las de las larvas de machos (a los que se les llama vulgarmente zánganos) y habían encontrado unas diferencias interesantes en esta composición, de manera que, seguramente, permitía distinguir por el olor a las abejas que nutren a las larvas quienes eran larvas hembras y quienes larvas macho. Pero claro, no solo esta señal olorosa era percibida por las obreras que nutren a las larvas, sino por cualquier animal con receptores de olor, como son otros muchos artrópodos, por ejemplo, la hembra de la Varroa utiliza esta señal para poner sus huevos en las larvas de machos de abeja, de modo que cuando emergen los adultos de abeja, lo hacen con un adulto de Varroa que le parasita. En cualquier caso, podía intentarse hacer una comparación sobre el comportamiento de las obreras de abeja cuando están sometidas al estímulo de las glándulas salivares de larvas y cuando no lo están. Pare esto hay que poner dentro de la colmena, lo más cerca posible de la zona donde están las larvas, una cierta cantidad de la mezcla de esos compuestos químicos que hemos citado antes (metil y etil derivados de ácidos grasos de cadena larga) y dejar que se evaporen. Se puede observar si hay un comportamiento diferencial si a otra colmena de característica semejante a la anterior se pone cerca de la que se le ha puesto el tratamiento y se observan el número de vuelos que hacen durante un determinado tiempo en ambas colmenas. También se pueden comparar el número de flores que visitan obreras de colmenas con y sin tratamiento.
Todo esto hicimos durante varias campañas de cultivo, ya que hay que repetir los experimentos para tener una validez estadística, y efectivamente, la hipótesis de trabajo se comprobó fehacientemente, de manera que el añadir la mezcla de feromona artificial e las colmenas redunda en un beneficio en miel para la colmena, y para los agricultores dan como resultado igualmente un mejor “cuajado” (polinización) de las flores, que a su vez da como resultado una mejor calidad de fruto.
José Manuel Guerra Sanz
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NOTA DEL AUTOR: En el trabajo mencionado han colaborado Ana Roldán y otros trabajadores de Agrobío, S.L.. A todos les agradezco su intervención en el trabajo.
Por otro lado, quisiera añadir que las flores de sandía son tipicamente monoicas, es decir que hay flores masculinas y femeninas separadas en una misma planta. Por esto está muy bien adaptada a la polinización por insectos, como las abejas.
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Un saludo cordial
José Manuel Guerra Sanz