Buenas. El árbol, antes de tirar las hojas, trata de romper la verde clorofila y una vez
Si comes madroños, mejor uno solo.
Madroños bajo la lluvia, por Pilar López
Querida Mónica:
Sin duda, no ha sido el mejor día para salir de excursión, sin embargo, ha sido un viaje hermoso.
Ya llegando a Plasencia, nos dimos cuenta de que no iba a ser una buena idea meternos en el valle, pero aún así seguimos adelante. El río Jerte bajaba con una fuerza arrolladora, queriendo salirse de su cauce en cada curva. En Navaconcejo iba desbordado en algunos tramos y había inundado los parques y paseos adyacentes, y en Cabezuela del Valle, pasaba bajo el puente de hierro con tanto caudal que formaba remolinos que parecían ir en sentido contrario.
En el fondo del valle, las nubes avanzaban deprisa, cubriendo el cielo de un gris que no presagiaba nada bueno. Entonces volvimos sobre nuestros pasos, huyendo de la borrasca.
La carretera hacia Piornal está flanqueada por bancales de cerezos. Algunos ya han perdido sus hojas, mientras otros las conservan todavía, con sus bellos tonos rojizos, marrones o amarillos. Al color de las hojas de los cerezos, se unían las de los robles, y las de los chopos en las riberas del Jerte en lo más profundo del dorado valle. Imaginaba esos mismos cerezos, ahora azotados por el viento, llenos de flores blancas en la próxima primavera.
Los robles del puerto de Piornal, envueltos por la niebla, formaban un bosque fantasma, cubiertos sus troncos de líquenes, cayendo despacio sus hojas al suelo, que parecía una alfombra en la que también abundaban los helechos. Y el agua cayendo en pequeñas y grandes cascadas hacia el otro valle, el de la Vera.
Luego todo fue recordar la historia: Yuste, Carlos V, “Jeromín”, el cementerio de los alemanes caídos en las dos guerras mundiales y alguna que otra leyenda, como la de la “Serrana de la Vera” y no les cuento más para que vengan a estos lugares y vean con sus propios ojos todo lo bello que encierran.
Para ilustrar esta crónica he elegido unos madroños que fotografié bajo la lluvia en el cementerio de los alemanes. Me dio el tiempo justo de disparar antes de que uno de los niños se comiera el más rojo. Tuvimos que apartarlos del arbusto porque ya saben que estos frutos tienen un alto contenido alcohólico, por eso se dice que si comes madroños, mejor sólo uno.
El regreso fue lo peor, pero a estas horas de la noche prefiero ya olvidarme de tanta lluvia y quedarme con el recuerdo del color de los valles.
Un cordial saludo.
Pilar López.