Llueve esta mañana en Galicia. No podía ser de otra manera, trata el agua de consolarnos.
Mónica Fernández-Aceytuno
Mónica Fernández-Aceytuno
Les hablaba en la primera crónica cigüeñil, sobre la llegada de las cigüeñas y sobre el contenido de los nidos. Ahora estamos ya en febrero y desde entonces todas las parejas están ya asentadas en sus nidos, aunque aun es posible que alguna pareja intente la construcción de algún nuevo nido, normalmente suele tratarse de parejas relativamente jóvenes o novatas que a veces no llevan a buen termino su cometido, quedando abandonada la construcción de la plataforma.
Las que ya están asentadas como decía, ya tienen sus nidos preparados, aunque continuarán acarreando material al nido, incluso con los polluelos ya nacidos. El material lo traen de los campos cercanos, pero sin duda existen otras zonas más cercanas de donde acarrean algunas cigüeñas sus materiales de construcción, me estoy refiriendo del nido de alguna vecina; efectivamente he podido observar a lo largo de los años, y esta semana ha sido la última vez que lo he podido comprobar, cómo las cigüeñas de los nidos de la torre del reloj se comportan como unas verdaderas “ladronas” (N. de la R.: recuerda a lo que hacen también los cormoranes); así mientras una del nido de la torre del reloj, robaba material del nido de la cúpula de Santa María, su vecina de al lado se lo robaba a ella, sin que se diera cuenta.
Pero se prestan ahora las ciconias también ya a realizar las cópulas, tarea nada fácil, pues las aves no cuentan con un aparato reproductor tal y como nosotros podemos imaginarnos, sino que ellas tienen que unir sus cloacas para conseguir reproducirse y todo ello teniendo en cuenta las patas tan largas que poseen estas zancudas, en la foto que ilustra esta crónica pueden observar cómo consiguen guardar el equilibrio.
Las cópulas tienen lugar a cualquier hora del día, incluso durante la noche. Mientras se entregan a este acto de procreación, emiten unos fuertes siseos y entrechocan el pico y el macho picotea el cuello o el pecho de la hembra.
Antes y después, en muchas ocasiones, emiten su peculiar crotoreo, ya saben el típico “hacer gazpacho de las cigüeñas”.
Juan Carlos Delgado Expósito