10:31h Una sevillana de origen francés, escribe para defender los árboles de un parque de Sevilla.
Cayeron 67 litros, muchos de ellos de granizo, y los daños en el campo, especialmente en los olivos, eran cuantiosos.
Joaquín
Querida Mónica:
El domingo pasado (N.de la R.: por el domingo 5 de junio) te envié una notita sobre el nido que una pareja de jilgueros había construído en un ciruelo. Los polluelos tenían ya doce días cuando cayó una tormenta de granizo y temía yo que no hubieran podido sobrevivir. Tuvieron suerte, la granizada duró apenas media hora, se midieron sólo 7 litros de agua y no hubo ninguna baja. Peor fue la tormenta del lunes por la noche. Cayeron 67 litros, muchos de ellos de granizo, y los daños en el campo, especialmente en los olivos, eran cuantiosos. Esta mañana (N.de la R.: por el 8 de junio) me acerqué al nido para ver lo que había pasado. Mi sorpresa fue grande, pues el nido estaba vacío, a excepción de un pajarito muerto. ¿Qué había ocurrido? Registré otros nidos que tenía localizados. Se mantenían enteros, habían resistido el temporal, pero todos tenían cinco pajarillos muertos en su interior. Te adjunto la foto de uno de ellos. Poco después me encontré con Julio, un colaborador mío y magnífico agricultor. Había sentido la misma curiosidad que yo y por la mañana temprano se había acercado al nido para ver qué había pasado. Cuando estaba separando las ramas del ciruelo para tener a la vista el nido, un grupo de jilgueros echó a volar.
Eran los jilguerillos que, en compañía de sus padres, abandonaban el nido. Para mí fue toda una sorpresa saber que en sólo dos semanas los jilgueros fueran capaces de empezar a vivir su vida. Ya después, me hice mi composición de lugar. La hembra había puesto cinco huevos pero yo sólo había contado cuatro pajarillos. En el nido abandonado no había ningun huevo pero sí un jilguerito muerto. Lo único que se me ocurre es que el pajarito del quinto huevo tardó un día más en salir del cascarón, se crió más débil que sus hermanos, no era capaz de asomarse al exterior cuando yo inspeccionaba el nido y, con menos fuerzas, no había resistido la tormenta. De hecho, el resto de los nidos que hoy aparecían con sus inquilinos muertos tenían entre dos y tres días menos que el de este reportaje que termina hoy, con final feliz para los protagonistas pero triste para sus congéneres.
Un abrazo. Joaquín
Joaquín