Entré en San Martin Pinario en Santiago sin saber que existía ésta galeria pequeñita pero fantástica.
Carlos
Carlos
Hace días le dí a probar una calabaza a un querido amigo. Me comentó después que la calabaza estaba riquísima pero que la habíamos cosechado antes de tiempo. Las pipas, esas pipas de calabaza tan ricas que a mí me gustan más que las de girasol, todavía no se habían puesto duras.
Me sonreí. Mi amigo tenía razón. Y nosotros también. El problema son los conejos. A los conejos les encantan las calabazas pero siempre que estén maduras. Mientras son pequeñas y están verdes, pese a que les sería más fácil, por tener una curvatura mayor, meterles el diente, no las tocan, pero en cuanto perciben que la calabaza está ya madura en pocos días acaban con ella.
El conejo que atacó a la calabaza de la primera imagen ha dejado su firma. No sé si es una “Y”, un tirachinas o un gallo. Cinco días después volví al mismo sitio. La segunda de las fotografías que te adjunto muestra la perfección con la que el conejo está realizando su labor, vaciando perfectamente la calabaza.
La tercera foto tiene su mensaje.Las calabazas de la huerta se habían puesto muy nerviosas al constatar que no iban a poder perpetuar la especie. O los conejos o los hombres estaban impidiendo que sus semillas madurasen. Una de ellas encontró la solución. Decidió trepar por una tela metálica y ponerse a salvo de los conejos. La gran calabaza que está en el centro de la imagen está ya casi madura. La especie está salvada.
Un abrazo. Joaquín
Joaquín