Lo mejor de enero son los amentos del avellano con sus lágrimas de polen cayendo sobre el agua del río.

Mónica Fernández-Aceytuno

Lo mejor de enero son los amentos del avellano con sus lágrimas de polen cayendo sobre el agua del río.

Mónica Fernández-Aceytuno

Cuando visité hace unas semanas en la Biblioteca Nacional, que ya es mi segunda casa en Madrid, la exposición “La lengua y la palabra. Trescientos años de la Real Academia Española” que estará abierta hasta el 26 de enero, me llamó la atención, entre otras muchas cosas, que el primer diccionario fuera de autoridades.

Esto es, que con cada vocablo, se ponía un ejemplo de cómo se había empleado en un párrafo.

Pues bien, al salir decidí que yo también haría lo mismo con nuestro diccionario de la Naturaleza, y así, con el término avellano, que ya se puede consultar, añadí este texto literario:

El tren pasa entre avellanos bravos: por eso no lo veo. Hasta mi casa llega sólo un ruido que ya no es el del tren, sino el del tren filtrado por las hojas ásperas, y el de las hojas sólas, y el de las ramas que se echan a volar cuando pasa un mercancías. Con cada sacudida, la de las diez, la de las doce y media, caen avellanas a la vía, y se quedan entre las piedras grises, casi negras; o caen al terraplén, a la tierra; y así el tren, cuando ya se está yendo, cuando ya se ha ido, cultiva avellanos sin querer.

Me voy a la Biblioteca.

Buen día,

Mónica

Lo mejor de enero son los amentos del avellano con sus lágrimas de polen cayendo sobre el agua del río.

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