Ficus del Parque de la Pirotécnia, en Sevilla, con una diminuta persona caminando bajo su sombra. Observa el lector la importancia que para algunos árboles ha tenido crecer al abrigo de los militares o de los monjes.
Me he acordado de ella hoy, al ver a un señor que vendía flores en una esquina. Las mimosas salían de una caja de cartón.
Mónica Fernández-Aceytuno
AUTOR DE LA FOTO: Juan Carlos Delgado Expósito
Tuve una mimosa tan alta que se llevaba todo el sol del invierno.
Cuando estaba florecida se veía de lejos dónde estaba la casa, por la mimosa, como un sol sobre el horizonte.
Cayó con un temporal y ahora, los días soleados es como, sin la sombra que daban sus flores, estuvieran nublados.
Me he acordado de ella hoy, al ver desde el autobús, a un señor que vendía flores en una esquina. Las mimosas salían de una caja de cartón.
Saludos,
Mónica
Eran tres hombres, tres hombres morenos y corpulentos. Tan altos que se agacharon para entrar al estudio pequeño y azul donde iban a ser entrevistados. Se sentaron los tres muy juntos, como para volver a conformar su país dividido por una guerra civil. Con un español golpeado de acentos yugoslavos, contaron el horror de su guerra con esa contención en los ojos que da el dolor cuando media la distancia. Nos describieron la violencia con la que mataron a sus familiares, cómo fueron perdiendo todo. A la orilla del Adriático, tenían restaurantes en una zona turística, al parecer muy hermosa. Yo estaba en aquel estudio de casualidad, pero les pregunté qué árboles había junto a su casa, y me respondieron: “Mimosas, mimosas por todas partes”. Entonces, les dije, ahora tienen que estar florecidas… Y aquellos hombres se echaron a llorar con tal desgarro que se dio por terminada la entrevista.
(Sucedido en febrero de 1993 en Radio Coruña)
Mónica Fernández-Aceytuno
AUTOR DE LA FOTO: Juan Carlos Delgado Expósito