No consigo perder las costumbres del campo. Son las 6:30 y ya estoy aquí escribiendo.

Mónica Fernández-Aceytuno

No consigo perder las costumbres del campo. Son las 6:30 y ya estoy aquí escribiendo.

Mónica Fernández-Aceytuno

No consigo perder las costumbres del campo. Son las 6:30 y ya estoy aquí escribiendo. Me asomo y la ciudad está desierta, los árboles aún dormidos, las farolas encendidas como el cielo.

Acaba de parar la furgoneta de la prensa para dejarle a José los periódicos en el kiosko y al abrir la puerta lateral ha salido volando una ranchera mientras, iluminada por una luz bastante fuerte, divisaba desde aquí las portadas de los periódicos.

Hoy llega mi hijo Guillermo para una entrevista en un máster. Pienso en cómo será para él, de salir bien, su vida en Madrid. Si echará de menos el mar y el campo, o hará como yo, intentar encontrar la Naturaleza en la ciudad, para aferrarme a ella, como cuando vi ayer dos corcinos en un grabado de una tienda.

Mientras tanto, me ha gustado saber que Mauricio ya está sembrando los garbanzos.

Buen día,

Mónica

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