8:37 h Están los labradores por la tarde arando las huertas como si se hubieran contagiado de la actividad que muestra ya la Naturaleza. Salen de sus casas, salen de su invierno, como la flor de la rama.

8:39h. Y en una de esas huertas vi ayer por la mañana, entre los terrones desmenuzados y oscuros de la tierra, una musaraña que un perrito llevaba orgulloso como un trofeo en la boca.

Le hice dejar a la pobre musaraña en el suelo, y allí se quedó panza arriba, el corazón latiéndole a tal velocidad que se le notaba, pum, pum; pum, pum, en el pecho; la boca abierta como para respirar mejor, con ese hocico alargado que tienen y distingue a las musarañas de un ratón de campo.

Me inspiran estos mamíferos insectívoros una ternura tremenda, por ser tan diminutos, y vivir a tal velocidad que cualquier susto se los lleva al otro mundo.

De todas las musarañas que llenan las huertas, mi preferida es la musaraña etrusca, Suncus etruscus, por ser la más pequeña, que no es más grande que una cereza y cuyo corazón es del tamaño de un grano de arroz.

Feliz día y hasta mañana,

Mónica Fernández-Aceytuno

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