Al pie de un olivo centenario cuyo tronco se aprecia al fondo, Rafael, un buen agricultor ya jubilado, había sembrado hace ya bastantes años unas cuantas semillas de azafrán dorado.
9:59h Parece verano. El viento del sur se ha detenido para quedarse y, acabado el carnaval, parece fiesta, y los campos de grelos empiezan a florecer de amarillo como si supieran que ya no hacen falta para las laconadas.
10:02h Esta sensación de pérdida, hace que las campesinas estuvieran ayer por la tarde cortando apuradas los grelos porque, si florecen, amargan.
Sudaban bajo el último sol del día, en cuyos rayos ya vuelan los primeros enjambres de insectos.
Se diría que estas mujeres tratan de detener el paso de la primavera que hace espigar de la noche a la mañana a estas crucíferas y que, al florecer, se pierden, y solo valen ya para forraje de las vacas.
Esta imagen, tendría que venir algún artista a pintarla. Los campos de grelos profusamente florecidos de amarillo y las vacas dentro, asomando sólo los cuernos o la cabeza, envueltas en flores que poco a poco pastan y aplastan.
Pero ayer todavía, y quizá hoy, seguirán cortando las mujeres grelos con un cuchillo, y atándolos como ramos con un cordel anaranjado para llevarlos al mercado, o para venderlos en Balbina.
Es una variedad la que por aquí se siembra que no la hay en ninguna otra parte, o al menos eso dicen, pues son grelos de una variedad antigua y dulce.
Este día soleado y primaveral, empujará a salir sus flores, y a dar las semillas de los campos de grelos del año que viene.
Feliz día y hasta mañana,
Mónica Fernández-Aceytuno
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