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Estuve ayer a primera hora de la tarde en el río, donde me hubiera pasado horas. Había incluso un murciélago, a las cinco, en pleno día, sobrevolando el cauce como si fuera una golondrina.

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Estuve ayer a primera hora de la tarde en el río, donde me hubiera pasado horas. Había incluso un murciélago, a las cinco, en pleno día, sobrevolando el cauce como si fuera una golondrina.

Era como si toda la vida que hasta ahora hubiera estado oculta, quisiera salir de sus escondrijos en el molino de piedra, en cuyas paredes debe de tener el nido, grande, esférico y deslavazado, una pareja de mirlos de río que se iban siempre a posar a una de las rocas que sobresalía, cubierta de verdín, entre la corriente, y en la que daba de lleno el sol como si estuviera iluminada desde arriba con un foco que destacara aún más el espectáculo de ver sumergirse en la corriente del río a un mirlo acuático.

Y justo en la orilla de enfrente, lo que me parecieron al principio aves de una especie que no acertaba a nombrar, dos pollos volanderos de una lavandera de cascada (Motacilla cinerea), que, con un amarillo muy brillante por debajo, volaba sobre el río, subiendo y bajando con mucha gracia, abriendo y cerrando la cola, de una manera muy veloz y errática, atrapando los insectos, tan abundantes ayer sobre el agua, para alimentar quizás, aún, a sus crías.

Hasta que me di cuenta de que no eran adultos, me llamó la atención que estuvieran tan tranquilos, teniéndome justo enfrente.

Ampliando su fotografía pinchando sobre ella, se ve incluso el plumón, un poco rosado, de estos pollos de lavandera de cascada, ayer por la tarde, en el río.

Feliz día,

Mónica Fernández-Aceytuno

P.S.

Es muy temprano y aún no ha amanecido. Preparo café. Saldré al mar a primera hora del día, que es cuando aún está dormido.