JUNIO

JUNIO

Junio es el mes de las persianas bajadas.

Se vuelven los rayos del sol delgados y finos como una acícula, para colarse por el quicio de las puertas y las rendijas de las persianas. Está siempre queriendo entrar en la casa, que hasta cuando tenía que ser ya de noche, hay un rayo de sol sentado en el sillón de la galería.

Me da el sol en los ojos desde por la mañana, como si quisiera dejarme un poco ciega para que no viera lo que pasa. Pero veo al Presidente, y veo a un cadáver de muy mala cara, las cuencas de los ojos muy cóncavas, la tez cetrina y pálida, y tan hundidas las comisuras de los labios, que toda la mandíbula es igual que la de un muñeco de ventrílocuo, y hasta la palabra firmeza se vuelve blanda en su boca.

Junio es el mes de las dedaleras, de las mariposas vulcanas, del heno espigado, del saúco florecido de blanco, con cuyas varas huecas, por las que se puede ver el mundo como por un catalejo, se hacían las varitas mágicas de las hadas, que nada pueden contra las viejas serpientes. Es el mes en el que los tiburones peregrinos, con sus collares de branquias, salen a flote. El mes en el que los estudiantes son como fantasmas que vagan por una casa oscura en la que resuena el eco fresco de la pelota de un partido de Roland Garros, mientras los jaramagos amarillos de los campus universitarios, aprueban con nota la formación del fruto en silicua.

Junio es el mes de la cincoenrama, del nomeolvides, del mostajo, de la nueza. Es el mes de la luz desbordada, del sol en todas partes, el final de una fiesta.

Junio es el mes de las persianas bajadas, de la caída del telón en la última pantomima de los buenos y de los malos.

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