ACTUALIDAD NATURAL
MÓNICA FERNÁNDEZ-ACEYTUNO
EL NOMBRE RESUCITA A LA ESPECIE
ABC, 6-5-2002
MÓNICA FERNÁNDEZ-ACEYTUNO
EL NOMBRE RESUCITA A LA ESPECIE
ABC, 6-5-2002
LA LEÑA
La leña apilada es un bosque hecho pedazos.
Y por la manera en la que se apila se averigua la personalidad de su dueño. Hay quien la coloca haciendo una suerte de cabaña maciza donde no entra la lluvia porque la parte de la corteza hace de tejado, y hay quien la deja desordenada, al albur, haciendo una montaña según cayó desde el remolque al suelo.
Pero la leña sigue viva, respondiendo a todos los elementos del aire, y se seca y cruje y se lamenta si hace sol, y se esponja y le salen musgos y setas si llueve. Es verdad que el pájaro carpintero ya no la quiere y deja de tamborilear con el pico contra su tronco, pero no porque no tenga hormigas la leña y otros gusarapos que se peguen a su larga lengua, sino porque ha perdido lo que más le gusta a un pájaro carpintero de un árbol: su verticalidad. Y así, antes veremos al pito real apoyado en el poste de una valla, que en un leño tumbado, aunque el poste tarde o temprano también sea leña.
Para encenderla, basta una piña puesta del revés, que se prende con una cerilla o un mechero por su ápice y enseguida la llama y el humo envuelven las escamas de la piña que se coloca entonces entre las ramas cortadas con un gran tronco delante para que haga de pared y de estufa al mismo tiempo.
Cada especie de árbol da una leña distinta. Y a más lentitud en el crecimiento, más lenta es su combustión y más roja es su ceniza. Y si la leña está verde porque aún tiene la savia del año, la leña bisbisea como los pájaros en los días fríos y da un humo muy blanco y se quema muy despacio, pero su fuego no calienta.
Mientras está en el cesto, esperando su turno, aún podemos ver en la leña las galerías que, como indescifrables jeroglíficos, dejan en ella los cerambícidos y, si no andamos con cuidado, puede entrar con la leña algún ratón o alguno de esos sapos que no frecuentó el bosque en primavera, pero al que le gusta pasar el invierno al calor de su madera cortada.
Quemamos la leña del año pasado el primer día en el que sentimos frío en los pies y en las manos, y al fin, descansa en paz el árbol.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 22-9-2007
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