ABANICOS EN EL TOCÓN
Micelio
A propósito de los perrechicos, esas setas de primavera, escribí un artículo para el ABC del sábado en el que definía el micelio, casi institivamente, como un árbol enterrado.
LOS PERRECHICOS
El mercado se ha convertido en mi tierra y en mi mar en esta isla de asfalto donde he visto los perrechicos. La noche anterior los pidió mi amiga Margarita de Toledo en el restaurante “El Almirez” donde he comido la mejor merluza en Madrid aunque, y que me perdonen los madrileños que no estén de acuerdo, convendrán conmigo en que el pescado más fresco suele estar en los puertos, al igual que los mejores perrechicos son los recién recolectados, a veces de esos corros de brujas que nacen de una sola espora que origina el micelio circular del que salen, como frutos de un árbol enterrado, estas setas con forma de champiñón y color y olor de madera clara recién cortada. También se llaman setas de San Jorge, o cucos, porque aparecen con el canto del cuco por lo que podría decirse, al igual que con la lamprea, que los perrechicos están cucados, bendecidos por las lluvias de primavera.
ABC, sábado, 2-5-2015
Aceytuno.com
Porque siempre he visto a la seta como la fruta que antes se marchita:
UNA NUEVA SETA
Como un jilguero comiendo uvas sobre una parra al que de pronto se le niega el cielo, así las setas, según se arrancan, empiezan a añorar la humedad de su umbría, las raíces del árbol, el olor del bosque al caer la tarde.
La seta es la fruta que antes se marchita. Una seta vive sólo unos días, o unas horas, y no surge del micelio del hongo, la sábana bajera del bosque, todos los años. El surgir de las setas es más fugaz que el más veloz de los pájaros. Por eso es tan difícil, quedando tantos por encontrar, descubrir una nueva especie de hongo.
Hace veinte años, Zugaza, un excelente micólogo, entregó una seta a Gabriel Moreno Horcajada, hoy catedrático de botánica de la Universidad de Alcalá de Henares, y le dijo: “a ver si tú das con el nombre”. Se trata de un níscalo de los encinares de color rojizo que huele a café torrefacto. Al envejecer, se hunde por en centro y recoge el agua de la lluvia, si llueve. Sus esporas, vistas al microscopio, están reticuladas con un dibujo que recuerda a unas medias de red color crema.
En honor a Zugaza, esta seta acaba de recibir el nombre de Lactarius zugazae y se podrá ver hoy en la exposición del Real Jardín Botánico de Madrid, y también en los encinares, surgiendo de la tierra como un jilguero que, a cámara lenta, emprendiera el vuelo desde una parra.
ABC, 24-11-2001
Aceytuno.com
Las setas de esta foto tienen años, pero siempre recuerdo que cuando las vi de lejos, me parecieron manzanas caídas sobre las virutas de la madera. Se conoce que alguien estuvo cortando leña y cayó encima alguna espora que originó un micelio que, a toda velocidad creció para dar, en la soledad del bosque, esta estampa que no he vuelto a ver en el mismo lugar, al desaparecer también las virutas y, con ellas, el finísimo micelio, encaje de hifas, que daba esa fruta tan efímera.
La definición de micelio, acabo de guardarla en nuestro diccionario.
Buenos días,
Aceytuno