musgo.

En concreto, uno de los musgos más frecuentes en la ciudad, Tortula muralis, ha enroscado sus “hojas” en hélice como si fueran las hebras de una cuerda y muestra sólo un pelo terminal plateado para que la luz del Sol se refleje. Otro musgo, Bryum argenteum, que en estado húmedo es verde, parece una bandeja de plata. Ambos se pueden observar así en el templo de Debod, en el segundo arco de entrada. Musgos como éstos sólo hay doce especies, y lo mismo viven en Madrid, que en Huesca o Vitoria.

Son los únicos musgos a los que les gusta la ciudad tanto como a los gorriones. Sienten debilidad por los ladrillos, los adoquines y la argamasa, y aprovechan los pisotones de la gente para cambiarse de calle.

Uno de estos musgos estuvo encerrado en un armario durante sesenta años y, al sacarlo del herbario en estado seco, lo rehidrataron y volvió a utilizar la luz y a crecer de nuevo.