m. Denominación que recibe el muro de piedra seca o…
parvada.
f. Mucho de una cosa.
Quien vaya a Extremadura verá los alcornoques amarillos y, en su sombra, una parvada de hojas, muy llamativa, tapizando el suelo. Es raro que un árbol tan robusto, con esa corcha que parece que no pudiera afectarle nada, haya llegado al extremo de soltar de esa manera las hojas. Recuerdan un poco los alcornoques, en este mecanismo de anticipación ante lo que se avecina, a los flamencos que no crían cuando el nivel de la laguna es escaso, ya que, como afirma el fenólogo Antonio Morcuende, es la falta de agua la que está provocando que el alcornoque se desprenda de sus hojas persistentes, las de uno y las de dos años, al notar que no podrá mantenerlas. Por eso en los Ibores, o en el Campo del Arañuelo, la gente se queda asombrada cuando ve cómo están de amarillos los alcornoques. Mientras, las nuevas golondrinas, se posan ya en los cables de teléfono y haciendo equilibrios abren las alas y el pico para que les den de comer sus padres. Resulta fácil distinguir a estas golondrinas del año por su cola menos ahorquillada, el babero menos rojo, la vida más nueva, en una tierra más vieja, amarilla y pobre.
Mónica Fernández-Aceytuno
ABC, 16-5-2002
Aceytuno.com