Buenos días. Ayer se nos echó el tiempo encima, además…
Ruta de la piedra y del agua
Hace unos días quedamos un grupo de amigos para subir hasta el monasterio de Armenteira, siguiendo el curso del río que lleva el mismo nombre de Armenteira y cuya ruta recibe la denominación de Ruta de la piedra y del agua.
¡Qué nombre más bien puesto! Porque todo eran molinos de piedra por donde el agua se veía cayendo en unas imágenes de una pureza que hacía tiempo que no encontraba. Todo está arreglado casi como si fuera un jardín silvestre, pero yo traté de imaginar este mismo camino el siglo pasado, o mejor aún, el anterior, con todos estos molinos por el río y ese lugar verdaderamente mágico que, milagrosamente, porque ya empieza a ser excepcional encontrar lugares donde el agua sigue siendo pura, se conserva.
Estaba tan entusiasmada con las cosas que veía que me quedé atrás del grupo, pero feliz, como los helechos reales de las orillas, junto al agua y la piedra.
Al final, la cuesta arriba, entre rocas y raíces de ameneiros, resultó un poco difícil, pero tuvo su recompensa, no sólo por el precioso monasterio y el barcito donde nos sentamos bajo una parra en una mañana maravillosa gallega, sino por el pequeño monumento que, me llamó la atención, siendo Gonzalo Torrente Ballester de Ferrol, había en la entrada del monasterio y que sin embargo me pareció de lo más apropiado, porque la frase bajo el busto reflejaba la emoción que habíamos sentido contemplando todo aquello:
“A mí la literatura nadie me la enseñó. La descubrí una vez como en la curva de una rama de abedul el espíritu del bosque colummpiándose y riendo”
Gonzalo Torrente Ballester
Saludos,
Mónica